HERMANAS DE NUESTRA SEÑORA DE SION
Un Poco de Historia
La congregación de Nuestra Señora de Sion fue fundada en Francia en 1842 por Teodoro Ratisbona de Origen Judío.
Más adelante Teodoro se verá marcado también por otro acontecimiento. Su hermano Alfonso, un 20 de enero de 1842 en Roma se siente inundado por la presencia de María hasta el punto de decir: “Ella no me dijo nada, pero yo todo lo comprendí. Me hizo una seña con la mano para que yo me arrodillara, fijé mis ojos en sus manos, y vi en ellas la expresión del perdón y de la misericordia….”
Desde entonces los dos hermanos comienzan a perfilar una obra que nace del “carisma” que sienten por haber recibido en ese momento, a favor del pueblo de Israel.
Es por eso que las Hermanas expresan que “Estamos llamados a dar testimonio con nuestras vidas de la fidelidad de Dios por el pueblo de Israel y a las promesas que Él reveló a los Patriarcas y a los Profetas de Israel, para toda la humanidad, en Cristo se nos da la certeza de su cumplimiento final”.
Con el correr del tiempo, a lo largo de más de 160 años, el carisma recibido por Teodoro Ratisbona y heredado por todas las hermanas de la Congregación que él fundó, se ha venido aclarando y precisando aún más. Es por eso que se puede afirmar que el carisma de Sion no se define por una actividad o tarea determinada, sino que, está claramente establecido en su constitución. “Socorrer a los pobres y oprimidos, atender el trabajo catequístico y Pastoral, a vivir con Fe y Esperanza, aceptando y respetando los valores propios de culturas y religiones diferentes a la nuestra, (a través de diferentes formas de educación se busca cómo transmitir la visión bíblica del mundo: la dignidad del ser humano, el amor a Dios por cada persona y cada pueblo, el respeto a los recursos naturales…)
La llegada de las Hermanas de Sion a Costa Rica fue una señal de la Divina Providencia. En 1877, la esposa del entonces Presidente de la República de Costa Rica, Don Tomás Guardia, satisfecha de la educación que las Religiosas de Sion habían dado a sus hijas en su Colegio en París, quiso tener uno semejante para las jóvenes costarricenses.
El gobierno ofreció entonces su apoyo a la seora de Guardia, suministrando los gastos del viaje de diez Hermanas, y poniendo a su disposición por seis años, una casa que estaba construyéndose en Alajuela: “La población entera de Costa Rica deseaba la llegada de las Religiosas”.
El 20 de octubre de 1878, la Madre Barthélemy Rich y nueve valerosas Hermanas, se despidieron de la Casa Madre, alentadas por los consejos y la bendición del Padre Teodoro y la Madre General, en París.
El miércoles 4 de diciembre de 1878 llegaron al puerto de Puntarenas el grupo de diez Religiosas y el día 5, salieron a caballo, bajo la custodia de Don Manuel Muñoz, enviado para servirles de guía. Unas Hermanas, nunca habían andado a caballo pero todo lo que encontraron en el camino le impresionó tanto que en una de las cartas que envió Berthélemy Rich al Padre Teodoro decía: “ ¡ Qué decirles de la belleza de la naturaleza! A la salida del sol, costeamos el mar a la derecha; es hora de la marea alta; a la izquierda la selva virgen, un río límpido. Más arriba, hay un torrente que pasamos en una barcaza, pero los caminos llegan a ser espantosos, abominables; las carreteras suben y bajan sin cesar: piedras rodadas a cada paso” (…)
Por fin, el 6 de diciembre, cansadísimas, pero sin accidentes llegaron al término del viaje, a las 8 de la noche. Una legua antes habían llegado a su encuentro la Sra. Guardia, y la Sra. Lizano con su hija y cuarenta o cincuenta personas a caballo. Las personas esperaban en la Catedral de Alajuela donde se realizó un Te Deum, para darle gracias a Dios por el viaje.
Durante largos años se dedicaron a la Enseñanza en el Colegio Nuestra Señora de Sion, privado, hasta que unas Hermanas, con valor y con una gran visión de futuro y espíritu Misionero, salieron del convento para catequizar en los barrios marginados de San José.
En el año de 1951 se abrió una comunidad en Turrialba, con el fin de atender una escuela gratuita para niñas, también para dar catequesis, cursos de Biblia y formación de catequistas de todo el cantón.
La congregación de Nuestra Señora de Sion se compone de 3 ramas: Activas, Contemplativas y los Padres de Sion. La Fiesta Patronal de la Congregación se celebra el 20 de enero de cada año.
LAS HERMANAS DE NUESTRA SEÑORA DE SION LLEGAN A PUNTARENAS
En 1956 el señor Nuncio, Monseñor Vernier comunica a las hermanas de Nuestra Señora de Sion su preocupación por las niñas de Puntarenas y solicita la fundación de una escuela.
Puntarenas era un puerto muy importante para la Congregación, ya que había sido aquí donde llegaron las primeras religiosas de Sion de otros Continentes. Fue el primer lugar de Latinoamérica y se les recibió con los brazos abiertos.
Tomando en cuenta la historia, la congregación de las Hermanas de Sion aceptan. Los trámites legales con el entonces Obispo de Alajuela, Monseñor Juan Vicente Solís y con el Ministerio de Educación de esa época, no fueron muy difíciles. En enero de 1957 se esperaba ya la respuesta de la casa Madre en París, autorizando esta nueva fundación.
Se designó para comenzar la obra en Puntarenas a Sor María Isabel Calderón (Mere Emelda, en ese tiempo), Sor Herminia Campos, Sor Aidalía Gómez y Sor Emilce Araya. Salieron de San José el viernes 1 de marzo de 1957 a las 8 de la mañana y por un percance en una llanta llegaron a las 3 de la tarde a Puntarenas.
Era otro ambiente y a otro clima al que venían. Un grupo de señoras empezaron a organizar todo antes de que llegaran, entre ellas podemos mencionar a Doña Delia de Beeche, Doña Flora de Acuña, Doña Consuelo de Casalvolone, Doña Flora Calvo, Doña María Fait, Doña Peggy de Segares, Doña Mimí Fait, Doña Dulce María Torre y muchas otras más.
Ellas buscaron una casa al costado oeste del Estadio Lito Pérez, apenas en construcción. La escuela era simplemente un garaje, pero desde el primer momento que llegaron, fueron acogidas por las congregaciones existentes en Puntarenas, como las Hermanas Misioneras de la Asunción, las de la Pía Unión, Fray Casiano de Madrid, el grupo de damas Vicentinas y un grupo de madres y padres de familia de nuestras alumnas del Colegio. Gracias a todos ellos que ayudaron con los alimentos y materiales mientras las hermanas se acomodaban en su nueva casa.
Las hermanas Misioneras de la Asunción fueron sumamente fraternales desde un inicio. Ellas les dieron el rico desayuno cuando aún no tenían ni cocinaba. Iban a misa a la Parroquia o al Hospital u de regreso a la casa, pasaban a desayunar al Hogar Cristiano donde hoy están los Tribunales de Justicia.
El mismo Fray Casiano de Madrid, les llevaba a diario víveres y carne, mandaba muchachos de su hogar para que les limpiaran el patio, las vecinas les obsequiaban pescado.
En ese entonces el cura párroco era el Padre José Manuel Barboza quien las recibió muy bien y las visitó algunas veces, también les asignaba trabajos de la Parroquia que ellas, gustosas lo hacían.
Asistían a las Eucarísticas en la Parroquia o en la Capillita del Hospital San Rafael, donde también iban a la Adoración del Santísimo.
Tenían unos grupos de niñas y niños en los oratorios: del Barrio El Carmen, el Centro, El Cocal y Chacarita, pero también atendían niños de Carrizal donde los Bonilla, ahí se hacía la catequesis.
El grupo de señoras pedían una contribución a los padres para pagar el local pues las lecciones eran gratuitas.
El primer día de clase fue el martes 5 de marzo de 1957, se inició con dos grupos, uno de 1º grado, con 28 alumnas y un 2º grado con 6 alumnas. Como la casa era pequeña, el grupo de 2º venía en la mañana y el de 1º venía por la tarde.
Las niñas llegaban impecables con sus uniformes blancos y se iban bien empolvadas pues todo el polvo entraba al aula en verano; en invierno y cada mes, con la luna llena, se metía el agua del estero y pasaban la mañana con los zapatos mojados. En ese entonces las calles eran de tierra arenosa y con el viento se levantaban grandes tormentas de arena. El comienzo fue muy difícil por la pobreza y la incomodidad.
La escuela crecía año tras año por lo que tenían que estar cambiando de local para atender más alumnas y estar un poquito más cómodas.
Al año siguiente se pasaron a una casa frente al Parque Victoria pues ya tenían hasta tercer grado.
Luego estuvieron en otra casa, del señor Don Eduardo Beeche frente a la Plaza Mora y Cañas, algunas lecciones se deban en la antigua Casa Cural porque no alcanzaban los grupos ahí.
Debido al aumento de matrícula, de la casa de la familia Beeche, se trasladaron a otra para aumentar el número de aulas, ubicadas sobre el estero, donde trabajó mucho tiempo el Club de Leones.
Mientras la escuela cambiaba todos los años de local, el grupo de señoras trataban de conseguir un terreno para construir un nuevo edificio ya que la población estudiantil crecía cada vez más y se habían unido a las religiosas seglares docentes, así se consolidó una gran familia con metas comunes, según los principios fundamentales de las Religiosas de Sion, para la sociedad puntarenense.
El terreno para la escuela fue donado por la Compañía Bananera, en el Cocal gracias a las gestiones de Sor María Isabel Calderón, el señor Max Echandi, la señora Peggy de Segares y su esposo Gonzalo Segares, padres de familia de la escuela, junto con el grupo de señoras que desde un inicio trabajaron con la obra.
El terreno fue donado en tres etapas. La construcción del edificio fue lenta y dura, gracias a dos préstamos que se hicieron, uno a la Caja Costarricense de Seguro Social y otro a la Casa Madre en París.
Todas las deudas se fueron pagando con los aguinaldos de las hermanas maestras, donativos de padres de familia y amigos.
Desde el primer momento la escuela fue aprobada oficialmente por el MEP. Siguiendo los programas del Estado y éste pagaba su salario, a los maestros.
Durante varios años la escuela atendió únicamente mujeres. Con criterios sicológicos y pedagógicos, se analizo la necesidad de incluir varones en la matrícula y fue así, que en el año mil novecientos setenta y seis (1976), se recibieron los primeros varones en primero y segundo grado. Hasta la actualidad, la escuela es mixta.
El edificio en el Cocal se ocupó en el año de 1961 y desde entonces además de escuela, ha servido para reuniones pastorales de la Diócesis, de la parroquia y de otros Centros Educativos de la provincia.
La catequesis, continuó en el Cocal. Preparaban niños y niñas para recibir los sacramentos.
Desde 1957 la Direccion ha estado únicamente en manos de Religiosas, en 2003 pasó a una Educadora seglar, Ana Isabel Matamoros Torre, quedando Sor Ana Rosa como representante de las Hermanas de Sion en el área Administrativa.
La primera educadora seglar que impartió lecciones en la escuela fue Laura Segares Arismendi de nacionalidad española, en año de 1962 y el grupo que tuvo a cargo fue II B.
En el año 1963, entraron tres nuevas seglares Sheila Ortega Ayón, Flora Ángela Li Cheng y María de los Ángeles Scorza Fonseca.
Todas y todos los seglares que se iban incorporando a la Educación en Sion, lo hacían asumiendo el carisma y siguiendo esos pensamientos tan bellos del Padre Teodoro “Sean testimonio para sus alumnos(as) más que profesores(as)” “El éxito en la Educación es el Amor”, “La peor de las pobrezas es la ignorancia”.
En una de las cartas que les envía a las religiosas que vinieron a Costa Rica les decía: “Lo importante es saber esperar la hora de Dios, porque en el orden espiritual y en el orden natural, hay estaciones diversas, estación de siembra y estación de cosecha”.
Así año tras año ha venido creciendo y aumentando la matrícula paulatinamente. Es por eso que la escuela ha estado sembrando y a la vez cosechando durante todo este tiempo.
Notas de una amiga de la comunidad puntarenense dice que debe mucho a la Escuela Nuestra Señora de Sion, los valores, los hábitos, los conocimientos, que cantidad de generaciones han recibido allí, hoy están dando muchos frutos en la sociedad costarricense.
Prueba de ello es la cantidad de personas egresadas de la Institución que ocupan grandes puestos y sin personas muy distinguidas dentro de nuestra sociedad.
SOR MARIA ISABEL CALDERON
Quien tuvo la oportunidad de conocer a Mere Emelda de Sion puede dar fe de que durante su vida Religiosa fue una mujer extraordinaria.
Vivió una vida consagrada muy consciente de su misión, entusiasta, colaboradora y muy emprendedora, prueba de ello es la Escuela Nuestra Señora de Sion, que hoy aloja a más de 709 niños y niñas de la ciudad de Puntarenas.
Sor María Isabel Calderón, religiosa de la Hermana de Nuestra Señora de Sion, responsable de impulsar y hacer posible una escuela para niñas porteñas en la ciudad de Puntarenas, solicitada por Monseñor Solís, Obispo de Alajuela y de varias ex alumnas del Colegio de Sion en San José, que deseaban una educación católica para sus hijas.
Sueño que se hizo realidad en marzo de 1957, en una pequeña casa al costado oeste del Estadio Lito Pérez. Sor María Isabel o la Madrecita, como le llamaban cariñosamente por su calidad humana se ganó la confianza de las personas con quien trataba, logrando integrar un grupo de colaboradores con los que luchó para sus objetivos.
La población estudiantil crecía por lo que se hizo necesario el traslado a otra casa mas cómoda en el centro de la ciudad, en determinado momento ocuparon la casa cural vieja, el Padre José Manuel Barboza, cura en ese tiempo, era su amigo, así como Don Fray Casiano de Madrid con quien compartía sus necesidades y sueños.
Mujer abnegada, emprendedora, solidaria, de mucha fe, siempre cariñosa y sonriente acogiendo y compartiendo sin perder de vista su objetivo, “construir un edificio digno y adecuado para la escuela que demandaba cada día más espacio en donde se pudiera atender las niñas en todos los campos de acuerdo a los programas del MEP, las exigencias de la Congregación, la iglesia y las necesidades propias de la comunidad estudiantil”.
Esta incansable mujer logró que la Compañía Bananera obsequiara a la Congregación un terreno en el Cocal, con este siguió haciendo gestiones y organizando actividades para iniciar la construcción.
Envió cartas a la Casa Madre en París solicitando un préstamo sin intereses, lo que le fue concedido (este se canceló con el salario de las hermanas). En fin no descansó hasta que se contruteron diez aulas y una parte de la casa para las hermanas.
Quienes la conocieron la recuerdan con mucho cariño y gratitud.
Impulsó la oratoria (catequesis, juegos los domingos) en los barrios:
El centro, El Carmen, El Cocal, Barranca. Las hermanas tenían como colaboradoras niñas y vecinas amigas que se preparaban con las hermanas, para que los niños (as) pasaran un rato agradable, así se iban formando las futuras catequistas.
Se distinguió por su capacidad de escucha y acogida, abrió las puertas a la comunidad y el local de la escuela a todo el que se acerca y necesitara un espacio diferente.
Ella fue el motor de una relación amistosa y solidaria entre las tres congregaciones: Fray Casiano de Madrid y los sacerdotes.
Con su orientación y apoyo las hermanas de Sion de su comunidad colaboraron en la Pastoral de la Parroquia. Sábados y domingos visitaban con los sacerdotes las diferentes comunidades.